LAS PROPUESTAS PICTORIALISTAS
Actitud fotográfica de finales del siglo XIX y principios
del XX que considera que la fotografía es el medio y el arte, su fin en sí
misma. El pictorialismo surgió pocos años después del Art Nouveau y tuvo su
auge a finales del siglo XIX, si bien duró hasta la Primera Guerra Mundial.
Tras un período en el que se abandonaron las técnicas distintivas de este
estilo, volvió a resurgir, con calidad renovada, en la Segunda Guerra Mundial,
hasta que en 1950 triunfó el realismo social y se empezó a utilizar el término
neopictorialismo.
A pesar de las críticas que contra este movimiento y sus
representantes se han hecho, lo cierto es que en ese momento se pone en tela de
juicio la capacidad artística de la fotografía, de forma que es lógico que
surja una actitud que trata de acercarse a la pintura academicista en aras de
lograr un mayor reconocimiento. Sin embargo, no es posible olvidar que en sus
planteamientos subyacían otras razones de peso, tales como el afán de dominar
el acabado final de la imagen fotográfica o el enriquecimiento gráfico con las
técnicas pigmentarias; pero, sobre todo, la intención era humanizar un invento
que, debido a su parte mecánica, tenía en contra a la opinión pública y a la
clase intelectual de la época. De la intención de los fotógrafos de prestigio y
elevar a la categoría de arte su trabajo, nace una nueva fotografía artística,
modificada y enriquecida, que se diferenciará de aquella que reflejaba la
realidad tal cual era. Guiados por este ideal pictórico, los fotógrafos tendían
a distanciarse de las características tradicionales de nitidez y riqueza de
detalles por el sencillo método de desenfocar expresamente el objetivo de la
cámara o utilizar un trípode que se hacía oscilar levemente poco antes de
accionar el obturador. Otra forma de conseguir este tipo de imágenes vaporosas,
consistía en colocar ante el objetivo una placa de vidrio ligeramente tratada
con vaselina que le restaba claridad. En ocasiones, incluso se llegó a
aprovechar los defectos de los materiales de la época, con la intención de
lograr determinados efectos ópticos, por ejemplo el de “halo”, que se originaba
en la capa sensible por la reflexión de la luz en el límite entre placas y
aire. Así, en los fuertes contrastes o en contraluces, estos halos daban a los
bordes un tenue efecto de aureola. El fotógrafo ya no era pues, el mero “instrumento”
que captaba la escena sino que podía intervenir en el resultado final, tal y
como hacía el pintor al recrear su realidad. De este manera -más aún cuando
aparece en 1881 el proceso introducido por Kodak-, empezó a distinguirse entre
fotógrafo-artista y fotógrafo-amateur: "La fotografía contempla dos
caminos para su realización, el utilitario y el estético; la meta del uno es un
registro de hechos, y la del otro, una expresión de la belleza. Van paralelos y
están interconectados por muchos senderos. En la fotografía utilitaria (...) el
operador confía en la excelencia de su cámara, y en el revelado y positivado se
pretende una definición exacta. (...) Finalmente está la fotografía cuyo motivo
es puramente estético, conseguir la belleza. Registra la realidad, pero no como
realidad; llega hasta a ignorar la realidad si ésta interfiere con la
concepción que ha sido visualizada". El pictorialismo perseguía, pues, la
concepción del fotógrafo como artista creador con una personalidad diferenciada
por la forma y la técnica que muestra la imagen, ya que hasta ese momento era
considerado como un “hombre sin obra” (un pintor hacía carrera, un fotógrafo
ejercía un oficio). No era un creador sino un artesano y el éxito de la
curiosidad suscitada por sus exposiciones nada tenía que ver con el “glamour” y
prestigio de los grandes salones del siglo XIX. Según Isidoro Coloma Martín, la
fotografía pictorialista desarrolla una serie de presupuestos que la explican:
1. La toma es un pretexto para la posterior manipulación. La imagen negativa se
entiende como una materia prima (...) sobre la que se puede actuar.
2. La
fotografía pictorialista se aleja de la fotografía nítida. El resultado es una
imagen negativa cada vez más alejada de la concepción normal de la fotografía. Y
es que en realidad, los pictorialistas buscan asimilarse a la pintura, no por
la obtención de imágenes similares a las pictóricas, sino por alejamiento de
las fotografías tradicionales. Se busca una imagen que no “registre” la
realidad para lo que acudirán a una óptica inadecuada o el uso de filtros o
difusores.
3. El positivado se entiende como una manipulación cada vez más
compleja y, por tanto, menos asequible a los aficionados.
4. Los pictorialistas
buscan la prueba única. Producto de una manipulación generalmente compleja y
prácticamente irrepetible, la foto se asemeja objetualmente al carácter
singular de la obra pictórica y rompe con el carácter más importante en el
proceso fotográfico, su reproductibilidad.
5. El fotógrafo pictorial busca la
prueba coloreada, no por procedimientos fotográficos (...) sino por sistemas
entroncados con el mundo artístico manual.
No debe confundirse pictorialismo
con pictoricismo. Mientras, etimológicamente este último hace referencia a “lo
pictórico”, el pictoralismo se emparenta con el vocablo inglés “picture” que se
traduce como imagen, cuadro, pintura, fotografía y, de manera más amplia, con
lo “icónico”. Así pues, el pictoricismo hace referencia a la tendencia que
imita descaradamente la pintura por medio de la fotografía, sin interesarle la
expresión inherente al nuevo medio. El pictoricismo copiará todo, desde las
poses hasta la consecución de la obra, ni la temática, etc. Frente a esta
verdadera lacra imitadora de la pintura victoriana, el pictorialismo no sólo no
imita la pintura académica, sino que es una tendencia no purista que considera
que la fotografía es al tiempo fin y medio. Por la amplitud de su filosofía
creativa, el pictorialismo ha influido poderosamente en corrientes fotográficas
posteriores, como la moderna fotografía sintética.
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